Meridianos de tierra

Harpo Libros, 2017
Portada en alta resolución

SABER mantener la línea de plantación en la huerta. Que el trigo es trigo, la herida huida. Saber coger el balde. El agua del río. La oveja flotaba caudal abajo, como los rezos que olvidaron y su coral de hilo de sangre. Saber de los peligros que auguraban los caminos que se desplegaban como racimos. Caminar sobre la barandilla del puente reformado. Lo que dijeron no les sirvió para mantener la misma mirada sobre lo desaparecido. Quedaron restos donde no ha crecido más la hierba. Se ha convertido en vaho, en ondas que sujeta el deseo. Tierras, hogares, dichos. El viento saquea las despensas y su provisión invernal. El tiempo, las comisuras de la esperanza. Supieron de la inclinación del sol en los atardeceres que ideaban la forma de subsistir dentro de la mirada confrontada por los límites de la frontera. Saber de los márgenes del paisaje. De sus peligros. De atravesar los bosques bajo la peligrosidad nocturna de los búhos. De las corrientes del río. Saber la pronunciación correcta de la libertad, su luminosidad a través de los nuevos campos, donde la frontera es la continuidad de los prados. Donde se habla el mismo idioma a los dos lados de la franja divisoria. Donde los bosques absorben con su frondosidad la rigidez de las líneas del mapa. Donde el aire es la libertad de las franjas.

 

«En la puerta de casa me esperaba Meridianos de tierra, lo último de Hasier Larretxea publicado en castellano. Reconforta poder leer algo así en estos momentos: la pesquisa de la memoria en el territorio que te es propio, el rescate de aquello que desapareció y cuyo recuerdo en parte de constituye: la fijación de lo que queda y permanece, después de la tormenta del tiempo, un hallazgo expresivo detrás de otro. Fuga necesaria y raíz. Paisaje familiar y distancia: «La distancia era la única ventana que les brindaría un nuevo despertar». Escribo esto desde el lugar al que Hasier Larretxea se refiere porque aquí nació y vivió su infancia y adolescencia, y cuando escribe prado veo prado y cuando topo, topera y riachuelo, zarza y alambrada, y raíces al aire, y cuando señala ventanas «como ataúdes de los sueños que quedaron por bautizar», puedo escoger entre varias una de ellas, la que al poema leído conviene, y la campana, toque a gloria, a rebato o a muerto es la misma. Reconforta, quedó dicho. Eficacia de la poesía».

Miguel Sánchez-Ostiz

 

«En este conjunto de poemas en prosa (cuidadosamente editado, en la línea habitual de Harpo y Casimiro Parker), Hasier Larretxea construye brillantemente una atmósfera evocadora, melancólica, en la que va supurando el dolor. Los bosques, la montaña y la vivencia en armonía con ellos nos llevan al descubrimiento de la naturaleza como generadora de plenitud, sosiego y belleza. La recoge como valor en sí misma que nos abre a la esperanza de una vida libre y gozosa. Ahí, reconstruye una vida atenta a lo inesperado y a los vínculos (con la comunidad, con el entorno y con la tradición), orgullosa de salvar las dificultades y la dureza de sus condiciones y dependencias, al mismo tiempo que agradecida. Muchas piezas narran, enumeran o describen comportamientos e ilusiones de los habitantes de ese entorno».

Alberto García-Teresa

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Escribir es otra manera de alargar el vacío

Harpo Libros, 2017
  • Rústica con solapas
  • 96 páginas
  • 11 euros


  • Primera edición: mayo de 2017

  • 978-84-945399-5-4